En Santiago, algunos locales se resisten a aceptar pagos con tarjeta, argumentando motivos ideológicos o el porcentaje de comisión que los bancos retienen. Aunque la normativa no obliga a los establecimientos a aceptar este método de pago, muchos han optado por establecer una cantidad mínima para poder hacer uso de él.
Esto ha generado molestias entre los consumidores, especialmente entre los universitarios que frecuentan bares populares en la ciudad que solo aceptan pago en efectivo. Algunos se han visto obligados a acudir al cajero antes de consumir, mientras que otros han tenido que dejar su DNI como garantía mientras van en busca de efectivo.
A pesar de esto, la preferencia por pagar con tarjeta sigue en aumento y ya supera el 60% de la población. La falta de datáfonos en algunos establecimientos ha llevado a los consumidores a reflexionar sobre la necesidad de adaptarse a las formas de pago digital.
En la plaza de Mazarelos, jóvenes debaten sobre la cada vez menor presencia de efectivo en sus bolsillos y la importancia de estar preparados para un futuro cada vez más digitalizado. A medida que avanza la tecnología, pareciera inevitable que los pagos con tarjeta se impongan en todos los establecimientos, obligando a adaptarse a esta nueva realidad.
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