La cumbre del clima de Dubái (COP28) está siendo protagonista de una polémica sin precedentes, ya que cuenta con un número récord de lobistas de la industria del petróleo, gas y carbón. Según el análisis realizado por la plataforma ‘Kick Big Polluters Out (KBPO)’, se han registrado al menos 2.456 lobistas de combustibles fósiles, superando ampliamente las cifras de cumbres anteriores.
Esta presencia masiva de lobistas preocupa a los activistas y expertos en medio ambiente, ya que temen que su influencia pueda afectar negativamente a las negociaciones y al resultado de la cumbre. En un momento en que el mundo busca abandonar la dependencia de los combustibles fósiles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la presencia de estos lobistas se percibe como un obstáculo para lograr avances significativos en la lucha contra el cambio climático.
Varias organizaciones ecologistas denuncian que las grandes empresas petroleras están enviando a estos lobistas con el objetivo claro de obstaculizar las negociaciones y garantizar que los combustibles fósiles sigan siendo utilizados como fuente primaria de energía. Consideran que es un intento desesperado por mantener un modelo energético obsoleto y altamente contaminante.
Si bien la cumbre de Dubái es la más grande de la historia, con más de 100.000 inscritos, también ha sido blanco de críticas debido a la exclusión de algunas organizaciones ecologistas. Los activistas argumentan que es fundamental dar voz a todas las partes interesadas, sin importar su tamaño o poder económico, ya que el cambio climático afecta a todos por igual.
Además de los lobistas de la industria de los combustibles fósiles, se encuentran presentes en la cumbre representantes de otras industrias contaminantes, como el sector del transporte, la agricultura y las finanzas. Sin embargo, los activistas sostienen que estas industrias no deberían tener voz en la cumbre, ya que han demostrado históricamente sabotear los avances hacia un modelo más sostenible.
En resumen, la cumbre del clima de Dubái está viviendo una situación sin precedentes, con un número récord de lobistas de la industria del petróleo, gas y carbón. Su presencia preocupa a los activistas, quienes consideran que su influencia puede obstaculizar las negociaciones y mantener el uso de combustibles fósiles. Además, las críticas también apuntan a la exclusión de algunas organizaciones ecologistas y la presencia de representantes de industrias contaminantes en el evento.
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